La retinopatía diabética, una de las primeras causas de ceguera en España, es la afectación de la retina (capa que tapiza el interior del globo ocular) como consecuencia de la diabetes, que afecta al ojo del mismo modo que al resto del organismo, alterando principalmente su circulación. Así, fruto de la descompensación metabólica por el mantenimiento de altos niveles de azúcar en sangre (glucemia), pueden aparecer alteraciones de distinta gravedad en el tejido retiniano, muy vascularizado. Las principales lesiones son: aumento de la permeabilidad vascular, de modo que los vasos sanguíneos pierden líquido. Cuando este se acumula en la parte central de la retina aparece un edema macular. Y, también, isquemia retiniana o falta de irrigación en algunas partes de la retina, debido al cierre de pequeños vasos sanguíneos.
Según la OMS, aproximadamente uno de cada diez adultos en el mundo, más de 500 millones de personas, vive con diabetes, cifra que se hacen más importante, si cabe, en países con ingresos bajos donde vive el 75% de los pacientes con esta enfermedad. En Europa se contabilizan cerca de 64 millones, aproximadamente el 7% de la población.
DM 1 o DM 2
Esta clasificación clásica se refiere fundamentalmente al mecanismo por el que falla el control de la glucemia, sea como en la de tipo1- por la ausencia de producción de insulina- o en la tipo 2 llamada del adulto por la resistencia inicial a la insulina. Existen otros grupos de diabetes más específicos y menos numerosos que los médicos endocrinólogos categorizan adecuadamente. La más frecuente es la diabetes tipo 2 o del adulto, que representa alrededor del 90 % de los casos.
Para el especialista Carlos Mateo, uno de los fundadores de IMO y especialista en el tratamiento de enfermedades de la retina, “la aparición de síntomas puede ser muy diferente: desde lento deterioro de la capacidad visual hasta pérdida brusca y total de la visión en un paciente que previamente tenía una visión normal.
Debemos entender que en la afectación de la retina existen dos cuadros diferenciados. Por una parte, la aparición de isquemia en la retina periférica o posterior porque los vasos retinianos se cierran y la retina no recibe el aporte necesario de oxígeno, y puede acabar sin tratamiento en una grave retinopatía proliferativa”. Según la OMS, en Europa se estima que hasta un 20-35% de las personas con diabetes tendrá alguna forma de retinopatía diabética y que aproximadamente el 2% tendrá la forma proliferativa. Por otra parte, y más frecuente en la diabetes tipo 2, la forma edematosa de la mácula reduce de forma lenta la capacidad visual central y requiere tratamiento continuado.
Según Mateo, “el buen control metabólico de la enfermedad, que es coordinado por endocrinólogos, puede conseguir claramente la reducción de las complicaciones oculares y por lo tanto el mantenimiento de la visión. En control de la glucemia, de la presión arterial y del perfil lipídico son fundamentales para evitar y mitigar la evolución de la retinopatía diabética” afirma el experto. L.D.B. BARCELONA