El poder terapéutico de la naturaleza como espacio para potenciar el bienestar es algo que ya tenían en cuenta los antiguos egipcios, quienes creían que los espacios exteriores ajardinados tenían propiedades curativas para los problemas de espíritu y emocionales.
En la actualidad estos beneficios se siguen explorando a través de los llamados ‘jardines terapéticos’, es decir, espacios verdes diseñados para la relación e interacción con la naturaleza que favorecen, además, la estimulación, educación, desarrollo y rehabilitación a un nivel físico, psicológico y emocional de las personas.
Según los expertos de la Asociación Americana de Terapia de Horticultura (AHTA), los jardines terapéuticos tienen multitud de propiedades. Entre las más importantes: reducir el estrés, los síntomas de enfermedades mentales como la esquizofrenia, la demencia, el trastorno del espectro autista, trastornos del estado de ánimo y patologías relacionadas y, en general, mejorar el estado de ánimo.
Además, muchos pacientes experimentan gracias a la jardinoterapia mejoras notables “en el sentimiento de autoeficacia, en el sentido del logro y el éxito y, en el descubrimiento de actividades placenteras y relajantes. Permite que las personas desarrollen su propia identidad, salgan de su rol de enfermo dependiente de los demás y se involucren en una ocupación percibida como importante por la sociedad”, destacan desde el estudio del paisajista Fernando Pozuelo, premio internacional A Design Award 2020 y Premio Best of Houzz Diseño 2021.
En este contexto, el veterano paisajista con más de dos décadas de trayectoria, destaca algunas de las características que deben tener estos jardines y cómo deben diseñarse para que su impacto positivo en las personas sea mayor:
Estímulo visual
Según el experto, los colores vivos de las flores resultan llamativos para los pacientes y les pueden transmitir cierto grado de concentración. “También a través de las texturas, que a la vista pueden ser agradables, y sobre todo el color verde, que los tranquiliza, no solo a través de las plantas, sino también en cuadros o trampantojos que se pueden pintar en los propios centros”, señala.
Especies más sensoriales
El uso de plantas aromáticas como la lavanda, el romero, la santolina, contribuyen a una estimulación del olfato, algo que también ayuda a los pacientes. “Para trabajar el tacto, tocar con la punta de los dedos algunas especies, como pueden ser las gramíneas, que son plantas más gráciles, más suaves y sedosas, resulta tranquilizador”, añade.
Diseño y distribución
Para el paisajista el diseño de estos jardines es esencial, ya que todo tiene que estar dispuesto con un claro objetivo: potenciar esa interacción con el entorno natural. “Estos diseños suelen ser muy organizados y rectilíneos especialmente en las zonas de cultivo, y se distribuyen por canteros o por parterres, que tienden a ser bastante ortogonales”.
El fin de este diseño debe ser el de generar diferentes zonas de uso con distintas posibilidades para los pacientes. “Una de ellas puede ser una zona para el cultivo, zonas recreativas, donde poder realizar deporte o actividades al aire libre, zonas de paseo o espacios alejados para concentrarse a través de técnicas como la pintura o escultura”.
El mantenimiento como ritual
El cuidado de estos jardines se puede considerar como una fórmula curativa en sí misma. “Los pacientes pueden realizar actividades con las plantas, como la poda, las escardas a la hora de eliminar las malas hierbas, cosechar, segar… algo que se puede convertir en una rutina, siendo actividades que ayudan a relajarse y encontrar ese momento zen”.
Además, todas estas actividades permiten el desarrollo de relaciones interpersonales con otras personas, así como la cooperación, la responsabilidad y la comunicación. “Aunque hemos destacado su uso en diferentes instituciones, su expansión está llegando al ámbito privado, y es que cada vez son más los hogares que apuestan por un diseño que incite a la interacción con la naturaleza con un propósito de la búsqueda del bienestar”, comenta Fernando Pozuelo.