Ya existen investigaciones que describen algunos circuitos del cerebro que desempeñan un papel importante en el control de la ingesta de los alimentos. Sin embargo, hasta ahora no habían encontrado a las neuronas que dan la orden de dejar de comer.
Científicos de la Universidad de Columbia han localizado en ratones un nuevo elemento de estos circuitos en el tronco encefálico, la parte más antigua del cerebro de los vertebrados. Su descubrimiento, publicado este miércoles en la revista Cell, podría conducir a nuevos tratamientos contra la obesidad.
El hambre y la saciedad son funciones evolutivamente conservadas que garantizan la supervivencia. Estos dos estados opuestos permiten a los animales mantener reservas de energía adecuadas, equilibrando estrictamente la ingesta de alimentos con los requerimientos energéticos.
Según arroja la investigación, para iniciar y, en última instancia, detener la alimentación, el cerebro debe registrar una necesidad fisiológica, actual o anticipada, y convertir esa necesidad en acción. Este proceso requiere el procesamiento de señales internas (interocepción) y externas (exterocepción), la integración de estas señales y la transmisión de instrucciones para llevar a cabo las complejas “secuencias apetitivas necesarias para obtener alimento”.
Tal y como explican los autores, el hambre está “codificada evolutivamente” para asegurar que un animal tenga suficiente energía para sobrevivir y reproducirse. “Es igual de importante saber cuando comenzar a comer que saber el momento adecuado para dejar de hacerlo“, manifiestan.
“Solo en este punto puede comenzar la alimentación. Durante todo este tiempo, el animal debe calcular lo que derivará de una comida y planificar cuándo dejar de comer. Este proceso recibe el nombre de saciedad“, razona el escrito.
“Las células que hemos descubierto son especiales porque parecen integrar todos estos datos y mucho más”
“Estas neuronas son diferentes a cualquier otra involucrada en la regulación de la saciedad“, añade Alexander Nectow, médico científico del Colegio de Médicos y Cirujanos Vagelos de la Universidad de Columbia, y uno de los principales autores de la publicación.
También destaca Nectow que otras neuronas del cerebro suelen “estar limitadas” a detectar la comida, la manera en la que llega al intestino o qué nutrientes se obtienen de ella: “Las neuronas que hemos descubierto son especiales porque parecen integrar todos estos datos y mucho más”.
Células del tronco encefálico
Aunque se cree que los circuitos del hambre y la saciedad se originan en el hipotálamo, estudios clásicos con ratas descerebradas han localizado la regulación de la saciedad en el tronco encefálico. Estas investigaciones demostraron que el tronco encefálico, independiente del prosencéfalo, es suficiente para detectar cargas gástricas y sus “señales de saciedad” asociadas, respondiendo adecuadamente reduciendo la ingesta de alimentos. Sin embargo, el mecanismo específico por el cual el tronco encefálico termina apropiadamente una comida en curso ha sido una pregunta “sin resolver” durante mucho tiempo.
De hecho, cuando los autores detectaron células que no habían sido reconocidas anteriormente y que tenían características similares a otras implicadas en la regulación del apetito, se sorprendieron. “Vaya, esto es interesante”, pensaron.
“Estas neuronas no solo indican una parada inmediata, sino que ayudan a los ratones a disminuir gradualmente su ingesta de alimentos”
Para ver cómo las neuronas influían en la alimentación, los investigadores utilizaron una luz para activarlas y desactivarlas. De esta forma, observaron que cuando las neuronas se activaron con la luz, los ratones comieron porciones mucho más pequeñas. Es decir, la intensidad de la activación determinó la rapidez con la que los animales dejaron de comer. “Curiosamente, estas neuronas no solo indican una parada inmediata, sino que ayudan a los ratones a disminuir gradualmente su ingesta de alimentos”, afirma Srikanta Chowdhury, otro de los autores principales del documento.
Obesidad
Nectow y Chowdhury también analizaron cómo otros circuitos alimentarios y hormonas afectaban a las neuronas. Los investigadores descubrieron que las neuronas eran silenciadas por una hormona que aumenta el apetito y activadas por un agonista del GLP-1, como los mundialmente conocidos Ozempic, Wegovy o Saxenda.
“Básicamente, estas neuronas pueden oler la comida, verla, sentirla en la boca y en el intestino e interpretar todas las hormonas intestinales que se liberan en respuesta a la ingesta. Aprovechan toda esta información para decidir cuándo es suficiente”, continúa Nectow.
“Creemos que es un nuevo e importante punto de partida para comprender qué significa sentirse lleno, cómo se produce y cómo se aprovecha para terminar una comida. Esperamos que pueda utilizarse en terapias contra la obesidad en el futuro”, concluyen los autores.
Ya existen investigaciones que describen algunos circuitos del cerebro que desempeñan un papel importante en el control de la ingesta de los alimentos. Sin embargo, hasta ahora no habían encontrado a las neuronas que dan la orden de dejar de comer.