El oro líquido que sirve para todo, incluso para freír: “Lo ideal sería solo tener este aceite”

Que el aceite de oliva es uno de los productos estrella de España no es un secreto para nadie. El país no solo es el primer exportador mundial de este alimento, sino que forma parte indiscutible de la dieta mediterránea. Solo durante el año pasado, cada persona consumió una media de 6,2 kilos. Sin embargo, hay varios tipos, unos mejores que otros, y con una diferencia económica que a efectos prácticos no es tan notoria. Miguel Herrero, científico en el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL CSIC-UAM), ha dedicado un capítulo de su último libro a desgranar la diferencia entre los distintos aceites y qué consecuencias tiene para la salud.

Herrero puntualiza que casi todas las investigaciones y los datos que se tienen sobre sus efectos están enfocados en el aceite de oliva virgen extra, el de “mayor calidad” y con una composición “mucho más completa”. “Si el bolsillo lo permitiera, lo ideal sería solo tener este aceite para todo. Lo que ocurre es que como tiene ese precio y los consumidores llegamos hasta donde llegamos, intentamos utilizarlo para unas cosas y luego recurrir al aceite de girasol para freír, por ejemplo. Pero aun así, para freír también es interesante el de oliva porque es mucho más resistente a la fritura y lo puedes utilizar muchas veces sin que se deteriore, comparado con el de girasol”, explica el doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, días después de haber publicado Los mitos de la nutrición (CSIC-Catarata), dentro de la colección ¿Qué sabemos de? del organismo científico.

En su publicación, el científico señala que hay médicos e investigadores que defienden que el aceite de oliva virgen extra debería estar incluso subvencionado para ponerlo al alcance de todos. La medida la califica como “difícil”, pero reconoce que beneficiaría a todos. “Precisamente, creo que es un claro ejemplo de por qué es un alimento saludable que podría consumirse de manera preferente a otros”, declara.

Además, otro argumento a su favor es que el resto de aceites de oliva “no son tan baratos en comparación”. El virgen extra es el más caro y el mejor, luego se encuentra el aceite de oliva virgen, el aceite de oliva y el aceite de orujo. El precio va bajando, pero este investigador sostiene que no baja tanto con relación a lo superior que puede ser el virgen extra.

Confusión entre los distintos aceites

En general, suele haber bastante confusión entre la población sobre en qué consiste cada tipo de aceite de oliva. En el libro se esquematiza el proceso de elaboración de diferentes tipos de aceites de oliva comerciales.

“El consumidor no sabe realmente qué llevan esos productos porque ve aceite de oliva y piensa que es positivo para la salud y, entonces, lo compra. A veces esto genera que el supermercado ponga una oferta de aceite de oliva virgen en grande y la persona se deja llevar por el furor de la oferta y se piensa que se ha llevado el extra sin ser así”, reflexiona. Para revertir esta falta de información, el experto propone llevar a cabo una campaña informativa para que todos supieran qué se está consumiendo.

Por otra parte, en este capítulo también aborda otro tipo de aceites, como el de palma o el de coco, de los cuales recomienda huir. Tal y como relata, anteriormente en el etiquetado de productos procesados se podía poner que contenía aceite vegetal. Sin embargo, desde hace más de cinco años, la Unión Europea empezó a obligar a especificar qué tipo de aceite vegetal era. Fue entonces cuando apareció de manera más protagonista la palabra aceite de palma. Su cultivo es “bastante agresivo” y su composición “tampoco es la mejor”. “Si a esto le sumas que está en productos tan poco saludables, se forma la tormenta perfecta”, resume.

Tiempo después empezaron a salir todos los productos reformulados, ahora sin aceite de palma y sustituido, en muchos casos, por el de coco, que es “incluso más saturado”. El problema, tal y como asegura, es que la gente piensa que este aceite es mejor que el de palma cuando no está nada claro si es mejor, igual o incluso peor.

Que el aceite de oliva es uno de los productos estrella de España no es un secreto para nadie. El país no solo es el primer exportador mundial de este alimento, sino que forma parte indiscutible de la dieta mediterránea. Solo durante el año pasado, cada persona consumió una media de 6,2 kilos. Sin embargo, hay varios tipos, unos mejores que otros, y con una diferencia económica que a efectos prácticos no es tan notoria. Miguel Herrero, científico en el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL CSIC-UAM), ha dedicado un capítulo de su último libro a desgranar la diferencia entre los distintos aceites y qué consecuencias tiene para la salud.

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