En determinadas patologías, como los infartos de miocardio o los ictus, actuar con rapidez es clave para reducir al máximo los daños, y para ello es fundamental ser capaces de identificar los síntomas en el momento en el que aparecen. Sin embargo, a veces sólo pensamos en algunos más conocidos y obviamos otros más sutiles pero igual de informativos.
Así, en el caso del infarto, quizás todos pensemos inmediatamente en el dolor en el pecho. En cambio, hay otro síntoma frecuente que, por el contrario, se asocia a una mortalidad más elevada: la falta de aliento o disnea.
Un 24% de probabilidades de morir en el año siguiente
Y es que, según concluye un estudio presentado este sábado en el congreso ESC Acute CardioVascular Care 2022, organizado por la Sociedad Europea de Cardiología, las personas que presentan este signo como el principal en el momento de sufrir un infarto agudo de miocardio tienen tan sólo un 76% de probabilidades de seguir vivos un año después, mientras que quienes tienen como síntoma dominante el dolor de pecho alcanzan el 94%.
Y es que la disnea y la fatiga extrema eran más comunes en mujeres, pacientes de edad avanzada y personas con otras condiciones como hipertensión, diabetes, enfermedad renal o enfermedad pulmonar; grupos todos ellos de mayor riesgo en eventos cardiovasculares. Así, según explican los autores del trabajo, no es que el síntoma cause el aumento de la mortalidad, sino más bien que tiende a indicar una situación de mayor riesgo.
Concretamente, los investigadores analizaron la incidencia diversos síntomas relativamente atípicos del infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST (como son la disnea, el dolor en el vientre o en el cuello o las pérdidas transitorias de la consciencia), en qué tipo de pacientes se dan, y a qué consecuencias se asocian, comparándolos en todo caso con el dolor en el pecho.
Para ello, emplearon una amplia cohorte (4.726 pacientes) con una edad media de 68 años y un 71% de hombres. Entre ellos, la disnea fue el segundo síntoma más común, después del dolor en el pecho.
Como hemos señalado, los pacientes con disnea como síntoma principal tenían de media mayor edad que quienes presentaban dolor en el pecho (75 años vs 68 años, respectivamente), tenían más probabilidades de ser mujeres (42% vs 29%) y tenían mayores probabilidades de tener hipertensión, diabetes, enfermedad renal crónica o enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
En cuanto a las consecuencias, quienes presentaban dificultad para respirar tenían una tasa de supervivencia a un año del 76%, frente al 94% del grupo con dolor en el pecho, y un 24% de probabilidades de volver a tener que ser ingresados por problemas cardiovasculares en el año siguiente del accidente (en comparación, los pacientes con dolor en el pecho sólo tenían un 15% de probabilidades).
Con todo, ajustando los factores de riesgo, la falta de aliento no predecía un riesgo mayor de fallecer, lo que lleva a los autores a señalar que la mayor mortalidad no es consecuencia directa del síntoma, sino más bien de las condiciones de riesgo que la disnea predice.
En cualquier caso, afirman que lo importante es concienciar a los profesionales de la necesidad de considerar el diagnóstico de infarto agudo de miocardio incluso cuando el cuadro clínico del paciente no incluya el dolor de pecho, o no esté principalmente caracterizado por éste.