Un estudio cifra que los trastornos depresivos pueden sumar hasta un 34% de riesgo de enfermedad coronaria y un 33%, en diabetes tipo 2. En las mujeres se ha encontrado una asociación más fuerte entre depresión y enfermedad cardiovascular.
Además de seguir una alimentación sana, hacer ejercicio físico y mantenerse a kilómetros del tabaco, no sufrir un trastorno afectivo depresivo constituye otro elemento independiente más para evitar las enfermedades cardiovasculares.
Así lo ha demostrado un estudio estadounidense que ha buceado en el genoma de más de 300.000 individuos para aportar, por primera vez, una asociación entre la depresión y su gravedad con el aumento de la susceptibilidad a sufrir enfermedad arterial coronaria y diabetes tipo 2, al margen de la presencia de otros factores de riesgo del estilo de vida o de la condición genética.
La depresión diagnosticada en pacientes con enfermedad del corazón y cómo influye en la evolución de la cardiopatía se conoce desde hace décadas, no obstante, no está tan claro si es la depresión la que contribuye a que se desarrollen las enfermedades cardíacas o si se trata de un trastorno secundario a esa condición clínica.
Para averiguarlo, un equipo de investigadores, del grupo de Pradeep Natarajan, director de la División de Cardiología del Hospital General de Massachusetts, en Boston, ha estudiado la prevalencia del trastorno depresivo en 328.152 individuos de ascendencia europea (con edades comprendidas entre los 40 y los 69 años) disponibles en la base de datos del Biobanco del Reino Unido (UK Biobank) y su vinculación a la enfermedad cardiovascular.
En concreto, clasificaron el riesgo de enfermedad arterial coronaria, diabetes tipo 2 y fibrilación auricular a diez años en estos individuos atendiendo a factores del estilo de vida y a factores poligénicos (riesgo bajo, medio, alto).
Los análisis, que se publica en Nature Cardiovascular Research, revelan que a menor presencia de episodios depresivos se registra un 34% menos riesgo de enfermedad arterial coronaria, un 33% menos riesgo de diabetes tipo 2 y un 20% menos de fibrilación auricular, independientemente del riesgo aportado por el estilo de vida (incluido el tabaquismo) y la susceptibilidad genética.
El estado de ánimo deprimido se asoció con un aumento de la incidencia de futuras coronariopatías y de diabetes tipo 2, de forma que se sumaba a factores de riesgo del estilo de vida, pero también de tipo genética. Así, las personas con un riesgo poligénico medio y con episodios depresivos de frecuencia alta tenían un riesgo de enfermedad cardiovascular similar al de aquellas personas con riesgo poligénico alto.
Destaca también el hecho de que esa asociación entre trastorno depresivo y riesgo cardiovascular se vio más marcado entre mujeres que en los hombres.
El trabajo es una aproximación a partir del estudio de un gran número de individuos a los vínculos entre el estado del ánimo y su influencia en la salud cardíaca. Más allá de figuras metafóricas recurrentes el corazón roto está tipificado en la literatura médica.
Este cuadro se caracteriza por un debilitamiento repentino y temporal del miocardio que origina un ensanchamiento en el extremo del ventrículo izquierdo combinado con un estrechamiento en su base. La forma anatómica resultante se asemeja a una trampa de pulpos típica de Japón, donde se describió por primera vez en 1990 y que explica su nombre: tako tsubo.
‘Corazón roto’
El síndrome de tako tsubo se conoce también como el del corazón roto porque se ha asociado en algunos casos a la aparición de una fuerte impresión emocional, generalmente, a un suceso triste o estresante, que puede derivar en un infarto o incluso en la muerte.
En este caso, la impresión puede ser, además de por una causa desgraciada, por un motivo feliz, como mostró un grupo de cardiólogos de la Universidad de Zúrich (Suiza), que apuntó en un estudio que el estallido de felicidad también puede romper el corazón.
Asimismo, los enfermos cardiovasculares en los que se diagnostica una depresión tienen más riesgo de fallecer que los que no la tienen; también se ha especulado que el efecto de la depresión en el estilo de vida –alimentación pobre, reducción de actividad física, abuso de sustancias- puede influir a su vez en el desarrollo de una enfermedad cardíaca. No obstante, el poso que la depresión per se más allá de los hábitos vitales puede dejar en la enfermedad cardiovascular y los mecanismos detrás de esta asociación aún están por desentrañar. Sonia Moreno