Las hijas del bosque se hacen mayores

Una canoa navega por el río Jejui-mí, uno de los que cruzan Mbaracayú.


Una canoa navega por el río Jejui-mí, uno de los que cruzan Mbaracayú.

Escribo esta crónica desde Mbaracayú, acompañado por el ornitólogo Óscar Rodríguez, uno de los mejores conocedores de esta reserva. Óscar me instruye en los secretos de este bosque encantado y lleno de sorpresas. Me habla de su biodiversidad, de sus 400 especies de aves, de sus 219 de hormigas o 114 de plantas. Y recorro las sendas oscuras de esta remota zona de Sudamérica con él y dos amigos suyos que son aché, la etnia de cazadores recolectores que lleva más de 10.000 años viviendo en este bosque, que para ellos es hogar, despensa y farmacia. Y sin embargo, a pesar de la maravilla natural que me rodea, lo que más me llama la atención de Mbaracayú es que dentro del bosque hay también…. ¡un colegio!

El Centro Educativo Mbaracayú es una entidad creada por la Fundación Moisés Bertoni —la misma que compró y gestiona Mbaracayú—, solo para niñas, que cursan aquí un bachillerato técnico en ciencias ambientales con énfasis en turismo y agroecología durante tres años y en régimen de internado.

Aymara Paiva, antigua alumna del Centro Educativo Mbaracayú.


Aymara Paiva, antigua alumna del Centro Educativo Mbaracayú.

¿Por qué solo para niñas?, le pregunto a Aymara Paiva, de 23 años, antigua alumna y hoy una de las encargadas del centro. “Solamente niñas porque los principales cazadores de la zona son varones, entonces la idea es llegar a la casa de esos señores y traer a sus hijas dentro de la reserva para que ellos sientan que también es su casa y no quieran destruirla”. Más allá de esta razón innovadora contra la caza furtiva, está también otra obvia: en un continente donde la desigualdad de oportunidades según el género es manifiesta, toda lo que sea facilitar el acceso a la educación a mujeres de las capas más necesitadas es una apuesta de futuro. Porque, aunque la escuela está abierta a chicas de todo el país, buena parte de las alumnas pertenece a las etnias indígenas aché y ava guaraní, mayoritarias en la zona, para las que la estancia en el centro es gratuita. Las demás pagan 100.000 guaranís el mes (unos 12 euros). “Aunque el centro educativo tiene un sistema de pago para los que no pueden abonar dinero”, añade Aymara, “por ejemplo en mi caso muchas de mis compañeras traían bolsas de frutas o alimentos.”

Hablando con ellas, reafirmo mi opinión de que lo maravilloso de viajar no es poder fotografiar monumentos o reservas naturales, sino aprender de historias humanas que te hacen mejor persona. Quienes venimos de una sociedad donde sobra de todo y nacemos cargados de derechos, no somos conscientes de lo que supone el privilegio de la educación. En una zona remota como Mbaracayú, donde la vida diaria es un reto, ir al colegio resulta un lujo no apto para todos, menos aún si eres niña. Celia, otra de la exalumnas que se quedaron a trabajar aquí, me decía anoche, mientras me explicaba con una proyección de PowerPoint qué era Mbaracayú, que cuando llegó no sabía ni hablar español y era tan tímida que ni levantaba la cabeza. “Jamás me imaginé que acabaría dando charlas en público”.

Mabel Cardoso, responsable del restaurante del centro.


Mabel Cardoso, responsable del restaurante del centro.

“Es mi caso también”, dice Mabel Cardoso, de 21 años, que terminó su bachiller en 2017 y ahora es la responsable del restaurante del centro. “Yo tampoco hablaba más que guaraní y era muy tímida. Mi vida realmente no se iba a comparar con lo de ahora porque primeramente no iba a estudiar, porque en mi caso cerca de mi casa no había colegio y no había oportunidades para niñas, era muy difícil estudiar. No iba a estudiar y ahora sería ya mamá o ama de casa. Ahora estoy trabajando aquí, mantengo a mis padres y sigo estudiando psicología en la ciudad más cercana”.

Aymara, tras terminar el bachiller, trabajó un año como encargada del internado, consiguió una beca MasterCard para estudiar en una Universidad de Costa Rica, donde se licenció como ingeniera agrónoma y ahora ha vuelto a Mbaracayú para “retribuir todo lo que me brindó el colegio y la Fundación Bertoni”. Abierto desde 2009, el Centro Mbaracayú se ha hecho mayor, ha madurado, y muchas antiguas alumnas forman parte ya del tejido laboral del país. Gracias a los programas de desarrollo e intercambio, otras muchas que en su vida habían salido de la aldea y mucho menos ido a Asunción (la capital de Paraguay), viajaron a Europa o Norteamérica para participar en congresos o competiciones.

turismo paraguay


El Mbaracayú Lodge dentro de la reserva natural.

Cómo visitar la reserva natural del bosque de Mbaracayú

La Reserva Natural del Bosque Mbaracayú constituye uno de los últimos grandes remanentes de bosque de la región oriental del Paraguay. Cuenta con varios atractivos naturales y culturales y actividades para el visitante. El turista podrá disfrutar de paseos en canoa por el río Jejui-mí, recorrer diversos senderos trazados en el bosque, observar aves, disfrutar de la cordillera del Mbaracayú desde el mirador del bosque y contemplar las espectaculares cascadas de Karapá
Cómo llegar

Desde la ciudad de Asunción, capital del Paraguay, hay que seguir la ruta 3 hasta la ciudad de Curuguaty; luego, por la 13 hasta la ciudad de Villa Ygatimi. A partir de ahí, un camino de tierra de unos 10 kilómetros lleva a la entrada de la reserva.

Reservas: reservasmbaracayu@gmail.com

Teléfonos: 0985 261080 / 0971 282850

Junto a las aulas y el internado del centro hay un alojamiento, el Mbaracayú Lodge, con cabañas y capacidad para 38 huéspedes más un restaurante, que es donde nos alojamos los visitantes. El lodge sirve de escuela de hostelería para las estudiantes, que son las que atienden y gestionan todos los servicios. En total, el Centro Educativo Mbaracayú acoge a unas 120 alumnas distribuidas en los tres cursos que dura el bachiller. En 2015, la realizadora californiana Samantha Grant rodó un documental sobre la escuela de niñas de Mbaracayú que llamó Hijas del bosque y que se puede ver en este enlace.

La próxima vez que se deprima porque no tiene el último modelo de smartphone piense que en el mundo hay muchas niñas como las de Mbaracayú para las que el simple hecho de poder ir a un colegio ya es un regalo de cielo.

Las hijas del bosque se hacen mayores



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