Restaurante By Danielly Martins, arroces al horno en Madrid que compiten con los mejores

Se cumplen pocas semanas desde que la cocinera italobrasileña Danielly Martins abandonara su anterior local en la calle Serrano para trasladarse a un nuevo espacio más amplio en consonancia con sus aspiraciones en la calle madrileña de Alberto Alcocer. Restaurante del mismo nombre que ocupa un semisótano con terraza interior cubierta. 

Martins lleva tiempo en Madrid demostrando su pericia en la elaboración de arroces al horno con arreglo a una técnica propia. Secos, en paella, sueltos, de sabores marcados, con puntos de cocción correctos y la grasa justa, capaces de competir con los mejores. Hasta 10 especialidades ocupan el listado de su carta. Algunos previsibles como el abanda, el del senyoret o el arroz negro. Otros, con un sello personal del estilo del de carabineros con hongos y alcachofas, entre los más recomendables. O el de pato con la propia ave en tres cocciones. Listado que no omite algunos de temporada, como los de caza. Todos elaborados a partir de la variedad de grano senia de la arrocería familiar La Perla. En el acierto de sus resultados influyen los fondos de los que se vale: profundos, de gustos marcados. “Los preparo a diario con productos frescos. Ni los congelo, ni utilizo ingredientes atrasados. Son la base de mis arroces”, afirma. 

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Imposible cuestionar que Danielly Martins, autodidacta y perseverante, tiene instinto para la cocina. Algo que pone de manifiesto en las recetas de corte casero que completan el resto de la carta, algunas susceptibles de solicitarse en medias raciones. Resultan notables sus croquetas, de jamón o de setas, cremosas y de rebozo crujiente; cumple la ensaladilla, que cubre de láminas de espárragos frescos; es correcto el bienmesabe, que elabora con cazón en un adobo suave; agradables las rabas de calamar con un alioli ligero, y mejorable el bacalao dorado, en el que el pescado en salazón carece de carácter. Platos con un sello personal que no son ajenos a otras especialidades frías: ensaladas, carpaccios y tartares de carne o pescado. 

En conjunto un modelo de hostelería urbana, de horizontes gastronómicos amplios, capaz de acoger recetas tan dispares como la ensalada de burrata con tomates cherry y trufa negra o las papas con mojos al estilo canario y tropezones de pulpo, una de las más conseguidas. 

Ninguno de sus postres se aparta del estilo que la caracteriza. De un tiramisú conseguido a un flan de huevo con nata, la tarta de queso o las fresas con chocolate, en línea con una repostería casera de tono medio que agrada. Desmerece el pan y cumple la lista de vinos, justa pero suficiente.

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