Investigadores del CNIO identifican una firma genética de 27 microorganismos que podría ayudar a un diagnóstico temprano de la enfermedad.
El cáncer de páncreas es uno de los tumores con peor pronóstico. Aunque no es muy frecuente -representa en torno al 3% de todos los tipos de cáncer- es el tercer cáncer que más mata en España, por detrás de los tumores de pulmón y colorrectal. Solo entre el 7% y el 10% de los afectados sobrevive más de cinco años tras el diagnóstico, principalmente porque a menudo se detecta tarde y las alternativas terapéuticas son escasas.
“El problema con el cáncer de páncreas es que es muy silente. En el 80% de los casos, cuando se diagnostica ya está avanzado. No se puede realizar un tratamiento curativo y esto impacta muchísimo en la alta mortalidad. Por tanto, el objetivo es diagnosticarlo antes, poder detectarlo en una fase precoz”, apunta Núria Malats, jefa del Grupo de Epidemiología Genética y Molecular del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), cuyo equipo ha dado un paso importante hacia esa meta.
Junto al Laboratorio Europeo de Biología Molecular de Heidelberg (Alemania) y con la colaboración de otros grupos europeos, estos investigadores han identificado una huella en el microbioma intestinal, que se puede detectar mediante un análisis de heces, y podría ayudar a un diagnóstico temprano de la enfermedad.
Se trata de una firma genética compuesta por 27 microorganismos, la mayoría bacterias, cuya presencia puede servir para detectar la enfermedad. Un simple análisis de heces “podría proporcionar una prueba no invasiva, barata y robusta” para la detección del cáncer de páncreas, señalan los investigadores en la revista Gut, que publica los detalles del trabajo.
De hecho, según ha avanzado el CNIO, con estos resultados ya se ha solicitado una patente para desarrollar un kit diagnóstico de cáncer de páncreas que detecte estos genomas microbianos en muestras de heces y pueda incluirse en los cribados.
Impacto del microbioma
Los científicos iniciaron la investigación para averiguar la relación entre el microbioma con el desarrollo del adenocarcinoma pancreático ductal, el más común de los tumores de páncreas.
Para ello, analizaron el caso de 136 pacientes del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, y del Vall d’Hebron, de Barcelona, 57 de ellos diagnosticados recientemente de cáncer de páncreas, 27 con pancreatitis crónica -uno de los factores de riesgo para desarrollar un tumor- y 50 sin alteraciones pancreáticas, que funcionaron como grupo control.
A todos ellos se les extrajeron muestras de saliva, heces y tejido pancreático para analizar el estado de su microbioma.
“Pensábamos que el microbioma oral iba a ser el que realmente iba a tener un papel más relevante, porque había algunos estudios previos que así lo señalaban. Pero, para nuestra sorpresa, fue el microbioma intestinal el que mostró un mayor valor predictivo”, señala Malats.
“Los análisis bioestadísticos y bioinformáticos nos han permitido construir una firma de 27 microbios procedentes de heces, la mayoría bacterias, que discriminan muy bien los casos con cáncer de páncreas de los controles, tanto en sus fases más avanzadas como en las más tempranas”, añade la investigadora.
Posteriormente, esta huella se validó mediante un estudio independiente realizado en dos hospitales de Alemania y en 5.792 metagenomas fecales procedentes de 25 estudios de 18 países. Actualmente se está estudiando en población japonesa, según señala el CNIO en un comunicado.
Los investigadores comprobaron que, en algunos casos, los microorganismos se encontraban no solo en el microbioma fecal, sino también en el oral y en el del tumor. Por otro lado, dos de los microorganismos identificados en la firma molecular se habían asociado previamente con el cáncer colorrectal.
Malats subraya que se trata de una investigación muy robusta, que ha demostrado una relación independiente de la firma molecular con el cáncer, descartando la influencia de otros factores de riesgo asociados a la enfermedad, como la diabetes, la obesidad, la pancreatitis crónica, el tabaquismo o el consumo de alcohol, entre otros.
Firma genética
Aunque todavía quedan incógnitas por despejar, además de la herramienta diagnóstica, el trabajo también abre la puerta a la utilización de esta firma genética como biomarcador en intervenciones de prevención e incluso terapéuticas.
“Ahora lo que sabemos es que la firma esta está presente tanto en tumores avanzados como en precoces, y esto nos hace pensar que seguramente también lo esté incluso antes del desarrollo del tumor. Pero todavía no podemos contestar a esa pregunta. Necesitaríamos hacer un estudio prospectivo de cohortes, con un seguimiento largo, para saber si es así”, apunta la investigadora del CNIO.
Del mismo modo, otro desafío también pasa por averiguar si esta firma no solo es un biomarcador, sino que cumple algún papel en el desarrollo de la enfermedad y, por tanto, su modulación tiene algún efecto sobre ella. Cristina G. Lucio.