Por qué tener alto el colesterol “malo”, podría no ser tan perjudicial

Un estudio llevado a cabo por el médico danés Uffe Ravnskow establece que la relación entre el colesterol ‘malo’ alto y un mayor riesgo de muerte no es concluyente en ningún caso. Su investigación reveló que muchas personas con esta circunstancia vivían más años y con mejor calidad de vida que los que mantenían sus niveles bajos.

Este trabajo y sus conclusiones, diametralmente opuestas a la creencia generalizada de que el exceso de colesterol es malo “per se”, hace necesario un repaso acerca de qué es el colesterol, sus funciones y principales efectos en la salud de las personas.

En general, el término colesterol se asocia a algo malo para la salud, un tipo de grasa que de forma silenciosa va obstruyendo las arterias a lo largo del tiempo, pudiendo desembocar en un desenlace fatal. Sin embargo, esta creencia generalizada alberga muchos e importantes matices que Andrea Calderón García, directora del Máster de Nutrición, composición corporal y metabolismo de la Universidad Europea de Madrid detalla y aclara con exactitud.

Para empezar, la experta señala que “el colesterol es una molécula esencial en nuestro organismo, pero a menudo está malinterpretada, ya que no solo está relacionado con problemas de salud, sino que también cumple funciones fundamentales en el cuerpo”.

En función de su origen, el colesterol puede ser dietético o endógeno. (iStock)

Además, para entender cómo afecta a nuestra salud cardiovascular, es importante tener presente que hay dos tipos de colesterol: el colesterol dietético, que proviene de los alimentos, y el que produce nuestro propio cuerpo. El primero procede de la alimentación, y lo encontramos exclusivamente en alimentos de origen animal; y el segundo, el colesterol endógeno, es el que crea nuestro propio organismo, y se genera principalmente en nuestro hígado.

Si lo dejamos, se autorregula

En condiciones metabólicas saludables, nuestro cuerpo tiene una regulación perfecta. “Si comemos un poco más de colesterol, nuestro hígado genera un poco menos, o viceversa, haciendo un equilibrio armonioso”, apunta Calderón. Sin embargo, si consumo de manera habitual mucho colesterol, sí que puede repercutir en los niveles de colesterol sanguíneo. Por esta razón, “cuando una persona consume dos huevos todos los días y empieza de repente a consumir tres, apenas notará un incremento de su colesterol en sangre, porque el impacto será muy pequeño. En cambio, si una persona que habitualmente no come colesterol y de repente empieza a tomar todos los días 2 o 3 huevos, sí notará un incremento del colesterol en sangre, aún mayor, por ese desequilibrio metabólico, por explicarlo de forma simplificada”.

Además, “el colesterol que genera nuestro hígado, en condiciones metabólicas insanas o de baja flexibilidad metabólica, puede ser mayor. Es decir, en personas que llevan una mala alimentación, tienen exceso de grasa corporal o presentan resistencia a la insulina, es más probable que su hígado genere una mayor cantidad de colesterol, especialmente colesterol LDL, que es considerado más aterogénico o peligroso a nivel cardiovascular cuando se encuentra en niveles altos”, advierte.

Por ello, “tenemos un sesgo importante cuando se dice que el colesterol no impacta sobre nuestros niveles en sangre, ya que realmente va a depender mucho de la persona y de su ingesta anterior. Por ejemplo, si una persona vegana, que nunca toma colesterol, de repente se hace omnívora y empieza a tomarlo todos los días, va a notar un incremento notable de colesterol en sangre. En cambio, un adulto promedio que consume carne y embutidos en exceso no notará gran diferencia por excederse un poco más de colesterol de la cuenta durante un período de tiempo. Es importante tener esto en cuenta al interpretar estudios científicos, para evitar errores comunes y divulgaciones inadecuadas”, recalca.

Entonces, ¿es bueno o es malo?

Aclarado el “qué”, nos centraremos en el “para qué”. Es decir, en las funciones propias del colesterol. De esta manera, podremos decidir con criterio si seguimos llamándole colesterol “malo” o no.

La experta destaca la participación del colesterol en “el proceso para producir hormonas y ayudar en la síntesis de vitamina D y ácidos biliares, que son fundamentales para la digestión de las grasas, así como formar parte de las membranas celulares”.

El impacto del colesterol depende de la salud metabólica general de la persona.

Teniendo en cuenta estas importantes funciones, sería lógico pensar que el colesterol es bueno, o al menos, necesario, para el correcto funcionamiento del organismo. Pensamiento que se opone a lo que tradicionalmente se ha pensado acerca del colesterol. En este punto, y para comprenderlo mejor, es importante distinguir entre los dos tipos de colesterol que existen, el LDL (lipoproteína de baja densidad) y el HDL (lipoproteína de alta densidad). “El LDL se denomina “malo” porque cuando sus niveles son altos, tiene la capacidad de acumularse en las paredes de las arterias, formando placas que pueden estrecharlas y bloquear el flujo sanguíneo. Esto puede llevar a enfermedades cardiovasculares como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Por otro lado, -continúa Calderón- el colesterol HDL se llama “bueno” porque ayuda a eliminar el colesterol de las arterias, evitando la acumulación de placas y reduciendo el riesgo de enfermedades del corazón. Actúa como un “limpiador” de las arterias”.

Por tanto, el colesterol (ambos tipos) son necesarios por diferentes motivos. Eso sí, en su justa medida. El colesterol malo solo lo es cuando sus niveles superan los recomendables, los cuales, según la experta, pueden variar según la persona, “pero, en general, se recomienda mantener el LDL por debajo de 100 mg/dL, y el HDL por encima de 50 mg/dL en hombres y 55-60 mg/dL en mujeres”.

Resultados no concluyentes

Una vez contextualizado el asunto, volvamos al trabajo del investigador danés Uffe Ravnskow, cuyo estudio viene a sumarse a otros ya existentes y que apuntan en la misma dirección. De hecho, “no son pocos los estudios recientes que han ganado popularidad y que concluyen (o así se transmite en medios de comunicación) que el colesterol no tiene un impacto negativo en la función endotelial, lo cual es un hallazgo controvertido, ya que va a la contra de lo que se había defendido durante muchos años. Sin embargo, estos estudios -continúa Calderón- deben ser interpretados con cautela, ya que sus conclusiones minimizan la importancia del colesterol y pueden estar siendo malinterpretados o no considerar otros factores clave que contribuyen al riesgo cardiovascular”. Factores que la experta enmarca dentro del contexto global de la salud metabólica.

El exceso de colesterol no es el único factor que favorece las enfermedades cardiovasculares.

Por tanto, “es fundamental ser cauteloso al interpretar los estudios que cuestionan la relación entre el colesterol y las enfermedades cardiovasculares”, afirma la profesora. Y es que, “aunque la información está evolucionando, no debemos dejar de lado los riesgos asociados con una dieta desequilibrada y el impacto de factores como la inflamación y el estrés oxidativo en la salud cardiovascular”.

La clave, ampliar el foco

Además de optar por la prudencia ante las conclusiones de estos nuevos estudios, la experta también expresa su desacuerdo en cuanto a la aplicación de una simple reducción del colesterol en la dieta para solucionar los problemas cardiovasculares. En su lugar, se decanta por una estrategia que no solo tuviera en cuenta el colesterol en sangre, sino que también contemplase otros factores como las grasas saturadas, los azúcares y otros elementos perjudiciales.

“Hay un sesgo importante en la interpretación popular de los estudios sobre colesterol. El enfoque excesivo en eliminar el colesterol, como los huevos, sin mirar las grasas saturadas y refinadas, las carnes rojas o los azúcares refinados, podría dar lugar a conclusiones erróneas. De hecho, podría ser más efectivo reducir la ingesta de estos otros factores de riesgo que centrarse solo en el colesterol dietético”, concluye.

Y el colesterol bueno, ¿es siempre “bueno”?

Ya conocemos las bondades y maldades del LDL. Pero ¿qué pasa con su compañero, el HDL? ¿Es siempre bueno? ¿Cuánto más tengamos, mejor? Muchos estudios muestran una asociación inversa entre niveles más altos de HDL y un menor riesgo cardiovascular. El HDL se encarga de transportar el colesterol “malo” de las zonas donde no es útil a otras donde sí puede ser procesado y eliminado, como el hígado. No obstante, “el colesterol total no se debe interpretar solo en términos de cantidad, sino en la distribución entre LDL y HDL, ya que el equilibrio entre estos dos tipos de colesterol es crucial para comprender el verdadero riesgo cardiovascular”, puntualiza Calderón.

Foto: Cómo bajar el colesterol de manera natural: los 10 alimentos más efectivos, según Harvard. (iStock)

El problema surge cuando hay factores adicionales como el estrés oxidativo, la inflamación o la resistencia a la insulina, los cuales pueden generar daño endotelial. Este daño hace que las paredes de las arterias sean más vulnerables, permitiendo que las partículas pequeñas de LDL se oxiden y se acumulen en las paredes arteriales, lo que lleva a la formación de placas de ateroma, las cuales pueden causar problemas graves como infartos o accidentes cerebrovasculares.

Por lo tanto, no debemos perder de vista que el impacto del colesterol depende en parte de la salud metabólica general de la persona. “Si una persona tiene niveles elevados de LDL, pero otros aspectos de su salud metabólica están en excelente forma, el riesgo de problemas cardiovasculares podría no ser tan alto”, asegura la experta. Y si, por el contrario, “una persona tiene una mala salud metabólica, un exceso de LDL podría oxidarse con mayor facilidad y generar los problemas mencionados, aumentando el riesgo a largo plazo”.

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