RAFAEL YUSTE , NEUROBIÓLOGO:”La ciencia ya lee tu cerebro, pronto desvelará hasta tu subconsciente”

La tecnología pronto va a aumentar las capacidades de tu cerebro. Se llama ‘neuroaumentación’ y significará un cambio tan rotundo que modificará la especie humana. Hablamos con el neurobiólogo que convenció a Barack Obama para que se cartografiara nuestra mente: el proyecto Brain. Rafael Yuste es español, trabaja en Nueva York y está muy preocupado.

Si algún día la humanidad consigue tener un mapa del cerebro, como ya tiene el del genoma, será gracias a Rafael Yuste, el neurobiólogo que convenció a Obama para impulsar un programa de 15 años en el que participan 500 laboratorios y miles de científicos. Es el proyecto Brain, que tiene como objetivo cartografiar ese cosmos de 80.000 millones de neuronas que pesa un kilo y medio y cabe en un jarrón, pero que continúa siendo el misterio más insondable de la existencia humana.

Yuste, catedrático de la Universidad de Columbia (Nueva York), compagina sus investigaciones con otra iniciativa descomunal: la de incluir los neuroderechos en la Carta de las Naciones Unidas. Ya ha conseguido la complicidad de António Guterres, secretario general de la ONU, y corteja a la Casa Blanca y al Capitolio. En octubre, Chile se convirtió en el primer país del mundo que garantiza constitucionalmente la protección del cerebro.

¿Qué quieren proteger exactamente?

Rafael Yuste. La actividad y los datos del cerebro. Igual que ahora todo el mundo tiene móvil, la siguiente revolución serán los dispositivos cerebrales. No solo electrodos o implantes, hay mucha tecnología no invasiva, como gafas, diademas, pulseras y cascos que se conectarán al cerebro. No deben venderse como electrónica de consumo.

¿Y qué hay que hacer?

R.Y. Deberían considerarse como aparatos médicos. De este modo, se aplicaría la misma legislación que regula los medicamentos y necesitarán la aprobación de las autoridades sanitarias.

Usted también propone la revisión del juramento hipocrático, ¿por qué?

R.Y. Porque hay que actualizarlo. Tendríamos una doble garantía. Desde arriba, los gobiernos deben velar por los neuroderechos. Y, desde abajo, médicos investigadores e ingenieros se comprometerían a aplicar solo la tecnología que sea beneficiosa, justa y digna para el ser humano.

“Hay que evitar que la humanidad se fracture en dos: Los que tienen sus capacidades mentales aumentadas y los que no. La mejora deberá hacerse como los trasplantes, de manera transparente”.

 

Hay mucha buena tecnología que se basa en la comunicación entre máquinas y cerebro: implantes cocleares, retinas artificiales, exoesqueletos, brazos biónicos… Pero también hay mucha preocupación por la capacidad de la tecnología para manipularnos.

R.Y. Estamos en un momento decisivo de la historia de la humanidad, incluso como especie. Lo que podemos hacer con un ratón hoy lo haremos en diez años con personas. Registrar la actividad cerebral ya es factible. Y pronto también podremos influir en esa actividad e incluso cambiarla. Eso nos va a llevar al mejoramiento mental y cognitivo de la especie humana. Es inevitable. En unos años utilizaremos interfaces cerebro-computadora que nos permitirán escribir con el pensamiento, conectarnos a Internet directamente… Esto va a cambiar la especie humana.

¿Usted cree?

R.Y. Estoy convencido. Hay que definir cuanto antes qué tipo de ser humano queremos ser y dejarlo por escrito en la Declaración Universal de Derechos Humanos, que es un documento sobre el que la mayor parte de las personas del planeta estamos de acuerdo. Se redactó en 1948 y no se ha tocado desde entonces, pero es el momento de ponerla al día. Hay que ser valientes para dar un paso adelante y entrar en este nuevo mundo sabiendo lo que queremos.

¿Y qué pasa si yo quiero seguir siendo un humano ‘estándar’, normal y corriente?

R.Y. Hay que evitar la fractura de la humanidad en dos tipos de seres: los que tienen acceso a la tecnología de realidad aumentada y los que no. Y ahí es donde el modelo médico viene de perlas. Sería igual que una persona que quiere un trasplante. Lo siento, pero tiene que esperar. Da igual si tiene mucho dinero. La asignación de órganos la deciden los comités éticos en función de la lista de espera, la máxima necesidad… No según la opinión del paciente. Y es una de las partes más estrictamente reguladas de la medicina porque son decisiones de vida o muerte.

“Las gafas, las pulseras y los cascos que se conectan al cerebro no deben venderse como electrónica de consumo, sino como aparatos médicos; con la aprobación de las autoridades sanitarias”

¿Propone un modelo similar con la neuroaumentación?

R.Y. Exacto. Que se establezcan unos comités y decidan las reglas. Y que participen no solo los médicos, sino los expertos en ética, los ingenieros, los ciudadanos… Lo lógico es que los primeros en la lista sean los pacientes que lo necesitan por su deterioro cognitivo a causa de la edad, por accidentes cerebrovasculares, por traumatismos, por problemas genéticos que acarrean una discapacidad mental… Pero un día habrá que decidir también qué hacemos con el resto de la población. Y debe hacerse de una manera transparente, informada y democrática.

¿Corren el riesgo los que no quieran o no puedan ser mejorados de convertirse en los ‘neandertales’ de esa nueva especie de Homo sapiens optimizado?

R.Y. Supongo que puede suceder algo parecido a lo que está ocurriendo ahora con las vacunas. Hay gente que no se quiere vacunar, a pesar del riesgo de contagiarse y morir. No puedes forzar a la gente a hacer lo que no quiera, pero los que renuncien a las tecnologías que aumentan la capacidad del ser humano deben ser conscientes de que pueden tener un déficit cognitivo en comparación con el resto. Otra manera de imaginarlo es la brecha digital. Ahora mismo hay una gran diferencia entre los que tienen acceso a lo digital y los que no, aunque no sean dos especies distintas. Pero hay seres humanos que están conectados y otros que no, y empieza a ser cada vez más grande la diferencia en el trabajo, en los contactos sociales… Ya hay cuestiones básicas, como ir al médico o al banco, en que te empiezas a quedar atrás si no puedes hacerlo on-line. Esta brecha digital puede ampliarse de una manera brutal con las neurotecnologías de aumentación. Carlos Manuel Sánchez

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